Bolivia al borde del abismo económico: decrecimiento, pobreza y el desafío del nuevo gobierno

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Bolivia crisis económica

En medio de bloqueos, protestas y una creciente desconfianza en las instituciones, Bolivia se prepara para un cambio de mando en el peor momento económico en más de una década. Con su PIB en caída libre, una inflación galopante y casi la mitad de su población sumida en la pobreza, el país entrega las riendas de una economía al borde del colapso. Aquí exploramos los números detrás del decrecimiento, las causas profundas de la crisis y el inmenso desafío que enfrentará el próximo presidente al asumir un gobierno con las arcas vacías y la ciudadanía exhausta.

Una economía en caída libre

Bolivia enfrenta uno de los momentos más críticos de su historia económica reciente. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el país registró una contracción del 2,40 % en su Producto Interno Bruto (PIB) durante el primer semestre de 2025. Esta cifra no solo confirma una tendencia negativa, sino que anticipa una recesión más profunda de la esperada.

La caída no es coyuntural: responde a una combinación explosiva de inestabilidad política, bloqueos prolongados y una estructura económica frágil. Entre marzo y junio de 2025, las movilizaciones y cierres de carreteras paralizaron el transporte, interrumpieron cadenas de suministro y golpearon sectores clave como el comercio, la minería y los hidrocarburos.

Los sectores más afectados

El impacto ha sido desigual, pero devastador en áreas estratégicas:

  • Hidrocarburos y minería: contracción del 12,98 %, la más severa de todos los sectores.
  • Comercio: caída del 5,18 %.
  • Actividades inmobiliarias: -3,56 %.
  • Transporte y comunicaciones: -2,24 %, con un acumulado del -2,88 % en el semestre.
  • Ganadería: retroceso del 2,02 %, por menor producción de pollo y ganado bovino.

Aunque algunos sectores como la agricultura, servicios financieros y manufacturas mostraron cierta resistencia, no fueron suficientes para compensar el desplome generalizado.

El legado que recibe el próximo presidente

El próximo 8 de noviembre, Bolivia cambiará de rumbo político. Pero quien asuma la presidencia heredará una economía desequilibrada, desestabilizada y profundamente vulnerable. Según el economista Luis Fernando Romero Torrejón, el nuevo mandatario recibirá “un hierro caliente” en plena operación de emergencia.

Los números son alarmantes:

  • Pobreza: afecta al 40,1 % de la población.
  • Necesidades básicas insatisfechas: alcanzan al 70 %.
  • Inflación interanual: 23 % en septiembre de 2025, con una pérdida del poder adquisitivo superior al 50 % en un año.
  • Déficit fiscal: podría rozar el 11 % del PIB, financiado con deuda y emisión monetaria.
  • Deuda pública: ronda el 90 % del PIB, con un crecimiento acelerado de la deuda interna.
  • Empleo informal: alcanza al 80 % de la fuerza laboral.

El “dragón de tres cabezas”

Romero Torrejón describe el reto del nuevo gobierno como un dragón de tres cabezas: inflación, escasez de dólares y crisis en el abastecimiento de carburantes. La falta de divisas extranjeras limita la capacidad de importar combustibles, lo que a su vez alimenta la inflación y frena la actividad productiva.

Se estima que, solo en los primeros ocho meses de la nueva gestión, se necesitarán US$3.000 millones para cubrir importaciones de diésel y gasolina, pagos de deuda externa y compromisos previos, como los relacionados con reservas de oro.

Proyecciones sombrías y escasa gobernabilidad

El Banco Mundial ya anticipa una recesión de tres años consecutivos:

  • 2025: -0,5 %
  • 2026: -1,1 %
  • 2027: -1,5 %

Estas cifras contrastan con la meta oficial de crecimiento del 3,51 % para 2025, lo que evidencia una desconexión entre la planificación gubernamental y la realidad económica.

Además, el nuevo gobierno deberá lidiar con una fragilidad institucional, una oposición fragmentada y una ciudadanía descontenta. La gobernabilidad dependerá tanto de su capacidad de negociación en el Parlamento como de su manejo de las protestas sociales.

¿Hay salida?

El director del INE, Humberto Arandia, expresó cierto optimismo: espera una recuperación gradual en los próximos trimestres. Sin embargo, sin reformas estructurales, estabilidad política y una estrategia clara para atraer inversión, esa recuperación será efímera.

El éxito del nuevo gobierno dependerá de su habilidad para estabilizar la economía con el menor costo social posible, priorizando la lucha contra la pobreza, el empleo digno y la reactivación productiva. Pero el margen de maniobra es estrecho, y el tiempo, escaso.

Un nuevo capítulo en medio de la tormenta

Bolivia se encuentra en una encrucijada histórica. Tras casi dos décadas bajo un modelo económico centralizado y dependiente de los recursos naturales, el país necesita una transición ordenada, transparente y con visión de largo plazo. El decrecimiento actual no es solo una estadística: es un llamado de alerta. Y el próximo presidente no solo deberá gobernar, sino reconstruir.